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En 1954 Parra publica un libro inaugural: Poemas y antipoemas. Por supuesto, son los "antipoemas" los que introducen la novedad: un poema fuertemente narrativo, construido a partir del lenguaje de todos los días, del que se oye en la calle, o se escribe en los diarios, con su misma sintaxis, suelta, y con un personaje en las antípodas del "héroe". El "anti" remite a la relación de ruptura con el lenguaje tradicionalmente "poético", y, de una manera más definida, a la relación subversiva frente a la poesía de Huidobro y sobre todo de Neruda, que si bien transita por el espacio desconstructor de las vanguardias, no rompe con la idea modernista de lenguaje poético. El antipoema desarrollará en los años siguientes su propia lógica interna, que es la lógica de toda una poética. Este desarrollo tiene dos momentos de articulación mayor: uno, representado por el libro Artefactos, de 1972, y el otro por los dos libros de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, 1977 y 1979. Los "artefactos" llevan al límite de la explosión la discordia con la idea de poema modernista, incluso con la idea misma de libro (Artefactos es una caja llena de tarjetas-los "poemas"-). Los Sermones se instalan ya (en términos de lenguaje, de tono) en un campo conquistado, dominado por la distensión y la ironía: un poema ya definitivamente "posmoderno". No es muy distinta la trayectoria de la antipoesía a la del arte contemporáneo, ese que va desde Duchamp hasta Warhol. En Chile, América Hispana, España, la antipoesía introdujo un giro, un cambio (temático, estético) por cuyos efectos ha pasado no sólo la poesía posterior, sino también, en muchos aspectos, la narración (pienso en Bolaño, por ejemplo). Leónidas Morales, experto en Nicanor Parra, es Profesor Titular Literatura Chilena e Hispanoamericana en Universidad de Chile
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