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El Ecosistema, la unidad básica de la ecología, es considerado como un sistema de información. En este artículo, les invitamos a considerar también su consideración como un sistema de conocimiento, y un sistema de lenguaje.
Para ello, es necesario contemplar los términos "conocimiento" y "lenguaje", desde una visión más amplia que la acostumbrada. Esta visión ampliada se basa en la fenomenología, en la biosemiótica y en la ecolingüística. Y dirige nuestros pasos hacia "La Carne" de Merleau-Ponty, como una red de información, conocimiento y lenguaje, accesible a nuestros sentidos, a través de las sensaciones. El ecosistema emerge así como una red de sensaciones que llamamos "Sensosfera".
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La naturaleza ecosistémica del conocimiento:
El análisis etimológico del término "conocimiento" refleja el carácter interactivo del mismo ("Co-gnoscere"). Conocer, pues, implica por defecto interacción. El acto de conocer consiste en tender un puente sensorial, entre elementos del ecosistema.
Así, podemos conocer un árbol que crece junto a nuestra casa, pues estamos habituados a verlo, reconocerlo, oler sus flores, percibir sus matices, sin que para ello necesitemos saber más información sobre el árbol. Podemos desconocer su origen geográfico, su utilidad, su nombre científico. Sin embargo nuestra experiencia "analfabeta", de contacto con ese ser vivo, basada en una familiaridad y experiencia, implica un conocimiento extenso sobre muchas de sus características.
Esta aproximación implica, pues, una ampliación de lo que conocíamos, o definíamos, como "conocimiento". "Vivir es conocer. Conocer es vivir" (Maturana y Varela). En este sentido experiencia y conocimiento van unidos. Tú puedes tener más o menos conocimiento del árbol. Tú puedes haberte fijado más o menos en él, en unos detalles o en otros. Pero si tienes experiencia sensorial, en común, con ese árbol, ambos estáis conectados por esa relación, que implica un conocimiento.
Puede que un día te encuentres con un técnico en jardines del ayuntamiento, y te pueda ampliar la información, el conocimiento, que tienes del árbol. Incluso puede que tu conocimiento de ese árbol, sea, en algunos aspectos, mayor, o diferente, que el del técnico. El técnico puede que conozca más de esa especie que tú, pero quizás, sobre ese ejemplar, en concreto, puede que tu conozcas más que él.
La revolución científica que introduce la Autopoiesis (Maturana y Varela), complementada con las estructuras disipativas (Progogine) y los sistemas complejos, nos da las alas para extender nuestra comprensión, de las relaciones entre lenguage y ecosistema. De hecho hay una gran homología entre un sistema autopoiético y un ecosistema. Un organismo es al mismo tiempo un sistema autopoiético y un ecosistema. Ambos se autoproducen intercambiando información con otros sistemas autopoiéticos y/o con otros ecosistemas. (Autopoiesis: "Ecology in a Nutshell")
La clave de la Biología del Conocer (Maturana y Varela) es partir de nuestra condición de seres vivos. Si los humanos somos seres vivos, y si los seres vivos son sistemas autopoiéticos, nuestros cuerpos, nuestros organismos, son asimismo sistemas autopoiéticos.
No existe ningún argumento epistemológico que invalide nuestra lógica inclusión, en los ecosistemas, como organismos que somos. Si bien esta tendencia excluyente (humanos/naturaleza), que ha acompañado el desarrollo de la ciencia, ha frenado históricamente, en distintas disciplinas, la incorporación de los principios de la ecología. Así encontramos que distintas disciplinas, se muestran más o menos integradas con este saber ecológico. En otras palabras, mantienen diferentes grados de antropocentrismo.
Se trata entonces, de mirar hacia el lenguaje, desde el ecosistema todo él. Todo en el ecosistema es información, accesible a tus sentidos, en forma de sensaciones. Todo espacio, urbano o no, donde vivimos y habitamos, es un ecosistema. Y todo lo que forma parte del ecosistema tiene influencia sobre el resto del ecosistema, y por tanto sobre tí.
Entonces, a partir de que todo vivir es conocer, llegamos a la conclusión de que la propia experiencia humana, en cualquier ecosistema, implica un cierto conocimiento, de base sensorial. El ecosistema es pues, un sistema de conocimiento. Y a ese conocimiento se accede a través de nuestra experiencia en el ecosistema. Independientemente del tipo de saber que acumulemos, sea más o menos técnico.
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La naturaleza ecosistémica del lenguaje
En este segundo apartado, tratamos de mostrar el camino hacia la consideración del ecosistema como un sistema de lenguaje, un sistema lenguajeante.
Se sabe que en buena medida, el origen del lenguaje verbal humano es onomatopoiético. Hay muchas palabras onomatopoiéticas en casi todas las lenguas. Hay lenguas con una alta dominancia de onomatopeyas.
Por otra parte es común, en el lenguaje humano, la existencia de voces y de términos, usados para comunicarnos con los animales.
Asimismo, tendemos a utilizar nuestro lenguaje verbal, incluso con las máquinas, por ejemplo cuando estas fallan.
Por otra parte, en cualquier ecosistema que habitemos, nuestro pensamiento, lenguaje y acción, están profundamente determinados por las características propias del ecosistema, sean objetos, organismos, rocas, etc... Esto, que parece una obviedad, choca con el reduccionismo, en general, del lenguaje verbal humano. Sobre todo en Occidente, donde la atención al ecosistema ha disminuido grandemente en relación a las culturas rurales e indígenas.
Así, en la ciudad, podemos pasar mil veces delante de un gran árbol, sin quizás referirnos nunca a él, a través de nuestro lenguaje verbal. Igual que desde las ciencias sociales los temas ambientales solían excluirse, desde las ciencias naturales solía excluirse el elemento humano y social.
El lenguaje de los movimiento sociales suele excluir así al ecosistema. En la actual crisis, movimientos como el 15M hacen propuestas principalmente aplicables al parlamentarismo y las estructuras políticas, al empleo, pero la ecología suele setar ausente de sus enfoques.
Vivimos en las ciudades ajenos en nuestro lenguajear, a las conexiones e interacciones ecosistémicas. Casi solo hablamos de los humanos. De esta forma, la naturaleza, el ecosistema, la ecología, a pesar de tener ya siglo y medio de vida, sigue siendo, en este sentido, una gran desconocida.
Desconocemos así, que el poder de las culturas antiguas, radica precisamente en la unión con el ecosistema. Pero no solo a través de nuestra biología y nuestras actividades, como ser vivo, sino a través de hacer patente, celebrar, reconocer, empoderar, estas relaciones A TRAVÉS DEL LENGUAJE verbal.
Los políticos no suelen hablar de la naturaleza y del ecosistema, excepto quizás al amparo de la moda del medio ambiente, y como propaganda. ¿Quién es entonces, quien habla por el ecosistema en Occidente?
A pesar de habernos aislado, en cierto sentido, de la naturaleza, al venirnos a las ciudades, es un hecho real que las ciudades están llenas de vida. Tanto en jardines, puertos, playas, como en los supermercados, nuestras cocinas, nuestras casas. La diversidad de la vida aflora de muchas formas a nuestro alrededor. Somos consumidores, en la red ecológica y nuestros alimentos son vida, son también diversidad biológica, aunque estén procesados.
Por otra parte hay una proporción importante de diversidad de vida urbana que suele pasar desapercibida. Es la "botánica rebelde", aquellas plantas, musgos, algas, hongos, bacterias que crecen alrededor nuestra en medio de las ciudades, de manera no planificada, es decir, independientemente de los deseos de los jardineros.
En cualquier caso, aquí lo importante es que TODO EL ECOSISTEMA es un sistema de lenguaje y un sistema lenguajeante. Nuestra ampliación en la visión para comprender esto pasa por ver que en el ecosistema hay mucho más lenguaje que el lenguaje verbal humano (formal). El lenguaje, históricamente, es un concepto que ha estado circunscrito al lenguaje transcribible a un texto, es decir, como indica la gramática universal, de Noam Chomsky: "Palabras y Reglas".
Además del lenguaje verbal humano formal, el lenguaje ecosistémico incluye los lenguajes vulgares, que son reivindicados por diferentes autores. Esto ya de por sí resulta una importante novedad, pues los sistemas educativos y los sistemas institucionales de los estados, han prestado una gran atención a la formalidad del lenguaje verbal humano, de forma que se ha creado una casta funcionarial, de burocracia, que ha seguido reproduciendo un sistema de lenguaje formal, en detrimento del poder natural de los lenguajes vulgares, más ecosistémicos y locales.
Por otra parte ampliamos aquí el concepto de lenguaje al llamado lenguaje no verbal. Al lenguaje no verbal le ocurre como al "tercer mundo", que siendo el primero en recursos, extensión, población humana, biodiversidad, climas, etc, era automáticamente excluido de nuestro foco occidental. El sur era como inexistente. Muy pocas propuestas se hacen en el norte, apoyadas en conocimientos de los pueblos del sur. Al menos no se suele especificar. Es como si el llamado "progreso" en Occidente, hubiera consistido en crear un "mundo nuevo", pero sin contar, explícitamente, ni con su propia historia, ni con la historia y el presente de los territorios del sur planetario.
El lenguaje no verbal es amplísimo y mucho más diverso que el lenguaje verbal. Más allá de las palabras, todas las personas somos capaces de hacer distintos sonidos, silbar..., con los que nos comunicamos y/o nos expresamos.
Al cantar y al bailar, todas las antiguas pretensiones reduccionistas del lenguaje verbal se evaporan. Lenguaje es pues, también, todo lo que nuestros cuerpos hacen.
Asimismo, desde un punto de vista ecosistémico, como el que creemos debía prevalecer en la ecolingüistica, todas las voces y sonidos provenientes del ecosistema, son también lenguaje. Sonidos de las olas, el viento, una puerta que se cierra, una rama que cruje, un mirlo que canta, una tórtola en vuelo silbando sus plumas...
Y aún hay más, pues hasta aquí hemos hablado de sonidos, palabras y de cuerpos, y de puertas que "hablan" al cerrarse. Toda la información del ecosistema es asimismo lenguaje, independientemente de su origen, y de los sentidos usados para percibirla.
Entonces, ¿Hay algo en el ecosistema que no sea lenguaje?
¡No!
De esta forma, en línea con los postulados holísticos, adoptamos para el concepto de lenguaje, un enfoque global, que incluye al ecosistema en sí, como un sistema de información, que al interactuar con nuestra experiencia, se convierte (para nosotros), en un sistema de conocimiento. Posteriormente, hemos visto como el ecosistema es un sistema todo el de lenguaje. El ecosistema es un sistema lenguajeante, que lenguajea, en sí mismo, consigo mismo, a través de sus elementos que lo componen. Sin distinción entre seres vivos y seres "no vivos". Incluso podemos considerar que los ecosistemas son sistemas de información, conocimiento y lenguaje, incluso en lugares donde el ser humano no ha llegado. Si existe información, y esa información interactúa.
Ahora vemos el ecosistema desde arriba. Independientemente de nuestra posición, somos conscientes tanto de nuestra interdependencia con el ecosistema, como de la interdependencia de los distintos elementos del ecosistema entre sí. Y comprobamos como muchas de las interacciones que observamos en un ecosistema, no tienen una relación de causalidad con nosotros, sino que nosotros actuamos como observadores. Ello nos lleva a pensar que es posible, entonces, hablar de lenguaje, conocimiento, y por supuesto información, aplicados al ecosistema, y más allá de su relación directa con nosotros.
Si vemos que un mirlo aterriza en el jardín, picotea y se traga una lombriz, podremos aceptar entonces que ese evento, protagonizado por el mirlo, el suelo, y la lombriz, que ha sido observado por nosotros, es en principio independiente de nuestra observación, pues podemos aceptar que hay muchos mirlos que van a engullir lombrices en otros sitios, aunque no haya observadores humanos allí cerca.
En este evento lombricero, las interacciones constituyen un proceso dinámico, que afecta al ecosistema en su triple consideración. Como sistema de información, como sistema de conocimiento y como sistema lenguajeante. La descripción pormenorizada por parte de un observador, de la caza de la lombriz, revela cambios en el sistema de información. Asimismo, también revela cambios en el sistema de conocimiento (incluso aunque no haya observador humano: entre mirlo y lombriz hay un intercambio de información). Y revela también un lenguajear, es decir, una conversación, un intercambio de lenguajes, tanto por parte de la lombriz (comunicación no verbal) como por parte del mirlo (comunicación no verbal y verbal).
Sólo así, barriendo triplemente el ecosistema, desde la información, el conocimiento y el lenguaje, podemos aproximarnos a una ecolingüistica de segundo orden, inclusiva, holística, biológica, en concordancia con la fenomenología incorporada (en un cuerpo) y embebida (en un ecosistema).
Esta lingüistica ecosistémica es pues coherente con los principios de la ecología, de la autopoiesis, de los sistemas complejos. Y es inclusiva desde un punto de vista biocéntrico, pues no está ya centrada en y desde el ser humano. Y es inclusiva con todas las culturas del mundo. Y es inclusiva con todos los lenguajes humanos verbales, sean o no formales. Y es inclusiva con el cuerpo y su hasta ahora denominado, lenguaje no verbal.
Y finalmente es inclusiva con las inteligencias múltiples, que al considerar al observador, como un observador participante y dinámico, en movimiento, hace comprender estas cosas a los lectores, no desde los razonamientos meramente intelectuales derivados de su mera lectura aquí, por ejemplo, de este texto, sino de la ampliación de los poderes del cuerpo del lector, al aplicar a su persona las inteligencias múltiples y así comprender que la música, la danza, el conocimiento ambiental, las interacciones sociales, son imprescindibles, para que el cerebro del investigador, una vez conectado su cuerpio activo y dinámico, con el cerebro derecho, pueda comprender, desde ese cuerpo-ecosistema, ya activado plenamente, cómo funciona ese otro cuerpo, llamado ecosistema, de modo integrado, holista, como sistema triple de información, lenguaje y conocimiento.
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