Los acontecimientos vuelan con viento de Poniente. En menos que canta un gallo, no quedarán pretextos para que los cambios aterricen también en Occidente, cambios anhelados por millones de corazones, y documentados, además de en el mundo real, en una miríada de lenguajes y textos, desde los cajones olvidados de los ministerios, como indica Naredo, al hilo de las propuestas alterantivas, hasta Internet, y medios de comunicación y revistas científicas.
Son razones más que objetivas para una revolución. Una revolución global, que al 99% ya se había extendido años ha por internet, la red de redes, una conversación global que ha incrementado la libertad de expresión (global!), la libertad de comunicación, y la libertad de aprender, en un grado infinito, en relación a la situación pre-internet, que nos intentaba mantener sumidos en una ignorancia proporcional a las ansias neofeudales de poder (económico) de nuestros gobernantes.
Mme. Clinton acaba de ordenar ¿acaso sigue siendo "La Jefa"? que se realicen cambios significativos para la ciudadanía en los países árabes revueltos. Es el momento pues, de acabar con otras múltiples dictaduras, agazapadas bajo nuestras seudodemocracias, como la del auto esclavo, la de la clase magistral, y otras derivadas y/o emparentadas con estas dos.
Occidente (ponle la nota a cada país según su "huella ecológica") continúa inmolándose, e inmolando a la humanidad, abducido por una seudomodernidad, grabada, como un maleficio, tan evidente, como oculto, de manera explícita, en los discursos formales.
Lo que hemos hecho desde la simbiodiversidad, es armar un rompecabezas. Sobre el impecable edificio epistemológico de la Educación Global, de Selby et al., hemos añadido mucha fantasía para cementar, como en un collage-mandala, toda la ciencia novedosa que nos íbamos topando. Con el tiempo, se nos cuadró demasiado bonito, como si dijéramos, "el vértice del diamante". Varias pistas, desde distintas disciplinas, que desmbocaban, digamos, en el sentido común (o del "común": o comunitario), a través de, digamos, un hipersentido común, que llaman Chamanismo. La danza chitontikiza, como circular que es, es el reloj comunitario, por el que reiniciar tu consciencia fenomenológica, con tu ecosistema, con "tu casa", con el lugar o lugares donde tienen lugar tus experiencias. Esa gran diversidad de movimientos, fruto de milenios de disfrute y fluir en común, en comunidad, nos ha regalado en el siglo XXI (D.C.) una simbiotecnología disponible para cualquiera. Yo esto, desde luego, no lo sabía, cuando empezamos a danzar bajo el Jardín Botánico de la UMA en 1992. Pero si atendemos a la etimología sí que lo sabía, aunque en ese momento no lo expresara en estos términos "científicos" de ahora. Lo sabía, porque lo saboreaba con tanta fruición, que me enamoré al instante de la idea, cuando Luis, el gallego del Vegeta, me comentó de un Mexicano que estaba haciendo danzas indígenas en Málaga.
Tras una noche de Luna Llena, como ésta (cuando escribí este borrador a mano), en el Parque natural de la Sierra de Almijara, danzando, por la mañana siguiente, si te miran tu cerebro, ¿Cuantas clases magistrales te tendrían que administrar para que tu cerebro se entienda con un cerebro que danza?. Claro, si olvidamos el cuerpo, olvidamos el movimiento, y la miríada de sistemas orgánicos que ponemos en funcionamiento, y la miríada de conexiones neuronales así engendradas. Y como da la casualidad de que tantas generaciones han danzado antes de tí, pues no importa tu individual inexperiencia. De hecho la música y la danza, han hecho tanto o más, digamos, que internet, en esta revolucion global, ya que esta interrelación acrecentada, de los sistemas orgánicos danzantes, ha sentado las bases neurológicas y orgánicas para, no solo inventar internet, sino para parir toda la ciencia matrística actual, que por fín ha desbordado los ambitos, antes más o menos cerrados (como fronteras fuertes) de la Nueva Era, de la Educación Alternativa, y en general de la comunicación popular y/o del "común". La Ciencia está cambiando tanto que los artículos de los científicos de las nuevas generaciones, digamos, la ciencia "indiga", no parecen escritos en este planeta. ¿Es el fín del típico artículo científico? No, es el reciclaje y la integración, en el lenguaje científico, de la complejidad o de la simpléctica (arte de comprender lo complejo, lo entrelazado, la trama, desde un lenguaje sencillo y comprensible) ("o pequeñas soluciones para grandes problemas").
Concebimos un Eh!Book, como este, como algo plenamente experimental. Desde el principio. Digamos que el material se amasa en la narración, junto con el "método", que es suficientemente abierto, como para convivir pacíficamente, como levadura, con el contenido explícito del texto. teoría y práctica ya van tan unidas o fundidas, que todo meme se aloja, al parecer, en una determinada neurona. Aunque instintivamente busquemos, o enfoquemos, en el cerebro, esa determinada neurona, que corresponde, por ejemplo, al meme "NEURONA", estaríamos errados, pues las neuronas son autopistas de la información que conectan, a la velocidad del rayo, las tres fenomenologías, la fenomenología 1.0 (cerebro), la fenomenología 2.0 (el cuerpo) y la fenomenología 0.0 (el ecosistema).
La amplitud del conjunto llamado MEME, se mediría por el número de conexiones neuronales que despierta, o puede despertar, instantáneamente, entre nuestras redes neuronales, haciendo más grande, o más pequeña, la red neuronal y neurosemántica implicada.
En principio, si vivimos en un sistema hiperconectado, por defecto, llamado VIDA, o Multiverso, habría que suponer una misma facilidad de intercomunicación, entre cualesquiera dos memes que tú "echaras a pelear".
Es la propia experiencia, en acciones, pensares y lenguajeares, la que dirime, por defecto, la amplitud multidimensional del resplandor que te alumbra, en tus redes neurosemánticas, la irrupción, digamos, en tus redes neurosemánticas, de un nuevo MEME, o combinación de estos.
Los límites de tus redes neurosemánticas son los límites de tus lenguajeares. Puedes convivir durante años con unas matas gigantes de "Cenizo", una suculenta trasatlántica de alto paladar. Puedes haberla mirado infinitas veces, su verde azulado, sus eniestos tallos, sus pelotillas "mira parriba". Cuando sales de bulla al trabajo, cuando paseas con el gato. Da igual que nunca le hayas prestado demasiado atención. Vale decir que nunca te haya surgido la pregunta, consciente, ¿qué planta será esa? ¿Servirá para algo? La cosa es que si un día, una vecina, te cotillea sobre el "Cenizo" y lo rico que está, a lo mejor lo plantas en tu terraza, incluso, y lo buscas aquí y allá, para tus ricas ensaladas. Personalmente soy adicto a las ensaladas 0.0, "a lo cabrilla". Llegas y de sopetón arrancas un poquito de "cenizo", y al instante tus dedos lo sienten, y tus papilas gustativas mandan a su vez, a las neuronas, y a todo tu cuerpo, una agradable sensación gustativa, mientras como acompañamiento, en biología del lenguajear, o del "masticaje", empiezas a utilizar cantidad de glándulas, ires y venires, en suma, de bolos alimenticios, proteínas, fibras, músculos, huesos, pensares, etc...
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ciencia global al cuadrado...