viernes, 9 de noviembre de 2012

CONTRA EL AUTOMÓVIL –UN ATAQUE A LA INDUSTRIA QUE DOMINÓ EL SIGLO PASADO Y QUE AHORA TENEMOS COMO LASTRE


CONTRA EL AUTOMÓVIL –UN ATAQUE A LA INDUSTRIA QUE DOMINÓ EL SIGLO PASADO Y QUE AHORA TENEMOS COMO LASTRE

Reportaje - Contra el automóvil - Sada y el bombón
En junio de 2011 se inauguró en Querétaro la ciclovía de Av. Universidad. Desde entonces ha sido fuertemente criticada. El principal problema de este «bulevar para bicicletas» es, por supuesto, no haber considerado a los automóviles: los autos no se pueden estacionar, pues la ciclovía ocupó los antiguos estacionamientos, además de que el transporte público –camiones, taxis– no tiene el espacio suficiente para el ascenso y descenso de pasajeros. Esto no sólo afecta a los automovilistas, sino también a los comercios, pues ellos dependían hasta en un 70% de los autos que se estacionaban donde ahora está una ciclovía con a veces ninguna bicicleta circulando en ella.
En pocas palabras, el problema con la ciclovía es este: la calle necesita de espacio para que los autos circulen, además de que la mayoría de los comercios necesitan también un pedazo de calle para que sus clientes se estacionen. «Necesitamos la calle para los autos». Pusí.
Asimismo, algunos –muy pocos, aunque cada vez más– ciudadanos se transportan en bicicleta. Podrían circular por la calle junto con los coches y camiones –como lo hacían antes de junio de 2011 o como lo hacen por el resto de las calles–, pero el Estado decidió tenerles –y tenerse– un poco de respeto y crearles –y crearse– 2.6 km de ciclovía entre Ezequiel Montes y Bernardo Quintana. «Los ciclistas tienen también derecho a un pedazo de calle; no por ser menos, son menos valiosos».
Por si fuera poco, a algunos otros ciudadanos les gusta caminar por Río Universidad, por lo que ellos necesitan también una avenida para paseantes. Y como este río no es del todo agraciado y tiene un olor, digamos, sospechoso, había que perfumar y decorar la banqueta con plantitas y arbolitos.
Tenemos así a tres distintos medios de transporte en una sola calle: caminantes que necesitan banqueta y lavanda, ciclistas que requieren su propio espacio (una bicivía) y autos haciendo lo que llevan haciendo desde hace casi 100 años: ocuparlo todo. ¿Se puede tener todo esto; hay espacio para todos?
Sí, quizá sí cabemos todos, autos, bicis y caminantes. La solución parece fácil: recortar la banqueta, pasar la ciclopista del otro lado de la calle y regresarle a los comercios los autos que se merecen.
El problema con esto es que, otra vez, one more time, los autos se salen con la suya. Y ya basta de darle valor a una industria anticuada, rancia y retrógrada. Lo mejor de la ciclovía es justo eso, que le resta valor a los automóviles. Y eso nos hace avanzar como sociedad.

EL AUTO, LA MEJOR REPRESENTACIÓN DEL SIGLO XX

La industria automotriz fue la industria del siglo XX. De eso se trató el siglo pasado: de los autos. En 1886, Karl Benz construyó el primer auto con motor de combustión interna. En 1910, Henry Ford comenzó a producir automóviles en serie. A partir de entonces nos obsesionamos con los coches: modelos grandes y chicos, baratos y caros, con interiores no sé qué y llantas no sé cómo, autos para el pueblo y enchúlame la máquina… Durante el siglo XX, el mundo se sostuvo en la industria automotriz. Todo tenía que ver con los autos, desde la testosterona del hombre hasta el discurso político, desde «yo tengo un V12» hasta «gastamos una bestialidad en caminos y puentes, ¡viva la solidaridad!».
Y eso, que no se mal interprete, estaba más que bien. El auto nos condujo al desarrollo: nos dio empleos, nos dio movilidad y, en cierto sentido, nos dio democracia –las carreteras acercan, enlazan e incluyen.
Todo iba muy bien, hasta que Detroit –la ciudad automóvil– colapsó (un síntoma del derrumbe). Había que pensar en nuevas formas de transporte; el mundo no puede girar con cilindros, gasolina y asfalto. Necesitamos algo más sustentable. ¿Qué? Quién sabe, pero una cosa sí tenemos clara: la industria automotriz ha dejado de ser un impulso, es ahora un enorme y pesado lastre.

LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ EN MÉXICO

México es el tercer país en América con un mayor número de automóviles per cápita; con un total de 273 vehículos de motor por cada 1,000 habitantes, estamos sólo por detrás de Estados Unidos y Canadá, y por encima de Argentina, Brasil, Colombia y Chile. Tenemos casi 14 millones de autos, la mayoría circulando por las carreteras y ciudades del centro de México (¿cuántos autos habrá entre el DF y León?).
Asimismo, somos de los mayores productores de automóviles en el mundo; producimos más de 2.5 millones de autos al año. La industria automotriz es prácticamente vital para México. Tan sólo la más reciente inversión de Audi en Puebla fue de 300 millones de dólares, una inversión que le dará trabajo a 3 mil 800 personas, además de los 6 mil 800 empleos indirectos que generará. En México vivimos de, para y con los automóviles. Es el 2012, pero vivimos en el siglo XX.
Vivimos fascinados con los autos. Existen familias cuyo auto vale –y cuesta– incluso más que su casa. Y eso es casi natural en un país que produce combustible barato. ¿Cómo no vamos a idolatrar los autos si Pemex es «nuestro»? ¿Un país petrolero sin autos? ¡Cómo! ¿Y si no tuviéramos auto, qué, usaríamos bicicleta? ¡Imposible! ¿Un país de gordos andando en bici? Bueno, podríamos invertir en trenes, metros, tranvías y unos buenos zapatos –más León y menos Silao.
Más del 90% de las vialidades de una ciudad fueron construidas para satisfacer a menos del 20% de la población que tiene –y se desplaza– en auto. Exijamos vialidades para no automovilistas.

LOS AUTOS Y SUS MUERTOS

Hablamos de que las drogas y las armas son el cáncer de nuestra sociedad, pero se nos olvida incluir también a los autos –y a los automovilistas. Cada año mueren por accidentes automovilísticos alrededor de 15 mil personas. Es la primera causa de muerte entre niños, adolescentes y jóvenes menores de 20 años. Asimismo, cada año los autos nos dejan con medio millón de lesionados, y con miles de huérfanos. Según la Secretaría de Salud, el costo anual de estos accidentes viales es de 150 mil millones de pesos; nos gastamos el 1.7 por ciento del PIB chocando contra nosotros mismos.
Escuchamos sobre la guerra contra el narcotráfico, pero nunca oímos siquiera un ataque contra el automovil, pues, como dice Guillermo Sheridan, los 80 mil muertos por accidentes que hubo en este sexenio «son muertos sin plusvalía política, sin valor agregado y, para decirlo descarnadamente, sin chiste alguno».

Reportaje - Contra el automóvil - Sada y el bombón

UNA CIUDAD A LA MEDIDA DEL HOMBRE

En algún momento se nos olvidó que las ciudades nos deben servir a nosotros, y no nosotros a las ciudades. La ciudad fue un invento nuestro para hacernos la vida más fácil y placentera. ¿Cuántas veces manejamos un auto por necesitad y cuántas por placer? El uso del auto por necesidad siempre será el manifiesto de un error profundo de los nuevos constructores de la ciudad y de los gobernantes. El dinero y el poder por encima del ciudadano común, ignorante de la ciudad ideal, que, aunque no exista como tal, sí existen muestras de ella por todo el mundo, y por supuesto que podrían existir muestras aquí, en el centro de México.
Podríamos dividir la ciudad en barrios casi autónomos. Barrios con uso de suelo mixto, es decir, con escuelas, oficinas, casas, departamentos, carnicerías, vinotecas, panaderías, tintorerías, restaurantes y cantinas. Barrios que estén hechos a la medida de sus habitantes, es decir, barrios caminables, donde las banquetas sean incluso más importantes que las calles y avenidas. Barrios peatonales.
Una sociedad se mide por el tamaño de sus banquetas, y no por el tamaño de sus calles, pues las calles son para que los autos circulen, y no para que los autos convivan. «Lo reducido de las banquetas es inversamente proporcional al tamaño de nuestra barbarie», dice Luigi Amara. Fuera de los centros históricos de Guanajuato, San Miguel y Querétaro, en el Bajío no existen las banquetas.
Hay que imaginar y construir ciudades y barrios con banquetas anchas, con espacios para la interacción social. Ciudades hechas a la medida del hombre. Y en este sentido, para cerrar con el tema inicial de la ciclovía, la bicicleta es el vehículo que guarda mayor y mejor proporción con el hombre.
Fotografía principal: © Jacobo Zanella.

Comments
2 Responses to “Contra el automóvil –un ataque a la industria que dominó el siglo pasado y que ahora tenemos como lastre”
  1. ana dice:
    DECLARACIÓN DE LAS VÍCTIMAS DEL AUTOMOVILISMO
    Declaramos que se consideran incluidos como tales
    no sólo quienes hayan sufrido más directamente cualquier atropello de la carretera (aquí no creemos que sean “accidentes”: sabemos que ese destrozo multitudinario de vidas es un producto necesario del tráfico por carretera) o cualquier percance más o menos mortal también en todas esas competiciones que organizan de coches y motos;
    o quienes más padezcan
    -el horror por los malos humos y por la arritmia que la invasión del automóvil nos hace sufrir en cualquier paseo por las calles y, junto con él,
    -el horror del ruido permanente del tráfico, noche y día, que llena muchas veces hasta los mismos dormitorios y habitaciones de las llamadas viviendas (rara vez ya casas) donde solemos andar metidos,
    - el horror de verlos a todas horas por todas partes, lo mismo en imagen a todo color que de cuerpo presente;
    también quienes se ven “obligados” por la fuerza de cualquier necesidad creada
    -a comprarlos,
    - a venderlos,
    - a fabricarlos,
    - a sacarse el permiso de conducir,
    - a trabajar en la publicidad del auto (y en la llamada “información”, televisión y prensa de todo tipo, que sirve de escusa, relleno y soporte para los anuncios de coches),
    - a colocar los anuncios de la publicidad del auto,
    - a reparar sus averías,
    - a trabajar en cualquier cosa relacionada con gasolinas, desde grandes petroleros a gasolineras o industrias de derivados (plásticos, gases, etc) o incluso guerras por el oro negro,
    - a trabajar en cualquier cosa relacionada con carreteras, desde los puestos de peaje y las obras de mantenimiento y costrucción de más “autovías” o como se llamen, a los puticlús de carretera pasando por todo eso que llaman zonas de servicio, y enormes aparcamientos, supermercados, discotecas y negocios de esos que tienen las carreteras a los lados,
    - a trabajar de guardias de tráfico (agentes de movilidad los llaman) o funcionarios del tráfico encargados de las multas y de otras mil burocracias del tráfico y sus permisos,
    - a trabajar como bomberos y personal de ambulancias vario que atienden los costantes “accidentes”,
    - a trabajar en los penosos trasportes por carretera, especialmente de camioneros, pero también con autobuses y autocares,
    - a trabajar para mantener un auto propio o más de uno, conducirlo, aparcarlo, limpiarlo y pagar todos los costantes gastos que tiene la criatura,
    - a sufrir los viajes en el auto familiar, sean de vacaciones o de trabajo, las conversaciones a todas horas sobre autos, sobre multas, y muchas más penalidades que no caben en una hoja;
    y quienes padecen o han padecido por causa de
    la ruina de los verdaderos medios de trasporte, inutilizados por la mala idea de vender coches a todo cristo. Los que han visto como se echaba a perder el uso del ferrocarril y del tranvía delante de sus ojos sin que nada pudiera impedirlo, dados los tremendos intereses que sostienen el negocio del Automóvil y la Carretera contra toda razón y contra cualquier sentido común que pudieran aplicarse a resolver el asunto del trasporte de mercancías y viajeros, por la locura que aquí denunciamos: la imposición del Automovilismo.
    Todo esto en lo que se refiere a víctimas más o menos humanas, pero no podemos olvidar a otros que vienen siendo víctimas de lo mismo: ciudades, pueblos, campos, animales, mil cosas.
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  1. [...] ¿Dónde quedó el niño que salía a la calle en busca de una pelota y unos vecinos? ¿Dónde quedaron los vecinos? ¿A dónde se fue el juego? Las cubetas que antes funcionaban como porterías siguen estando ahí, pero ahora sólo sirven para apartarle el lugar a un auto. [...]

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