El sonido puede ser el tercer ojo. Algunas personas, como los delfines y los murciélagos, pueden ver usando el sonido; el cerebro de personas ciegas que usan la ecolocación procesa el sonido como si fuera luz
Ecolocación humana: mapeando el cerebro de las personas que pueden “ver” sonido | Pijamasurf
Ecolocación humana: mapeando el cerebro de las personas que pueden “ver” sonido | Pijamasurf
Siguiendo los gráciles pasos de los delfines y los murciélagos, algunos humanos -especialmente los ciegos- desarrollan la capacidad de utilizar el sonido para navegar el espacio y en cierta forma ver con el oído. Algunas personas como Daniel Kish o Ben Underwood, puden nadar, patinar, andar en bici y otras activiades pese a ser ciegos usando el sonido. Esta capacidad de ecolocación (o sonar flash) en el ser humano está siendo estudiada por una serie de científicos que buscan descubir qué sucede en el cerebro cuando una persona “ve” con el sonido.
Investigadores canadienses realizaron un experimento con dos personas ciegas que utilizaban de manera experta la ecolocación para identificar los objetos del ambiente y un grupo de control. Resonancias magnéticas demostraron actividad en la cisura calacarina, la región del cerebro típicamente asociada con procesar estímulos visuales, en los sujetos que sabían utilizar la ecolocación. El estudio mostró que los clicks y ecos escuchados por estas personas al rebotar sonido de los objetos son procesados en la misma zona del cerebro que usan las personas que sí pueden para procesar ondas de luz, no sonido. Esto es altamente significativo, una especie de neuroplasticidad de la sinestesia en la que el sonido y la luz son intercambiables y en la que podemos hablar de “rayos de sonido”.
Aunque el experimento fue realizado con expertos en ecolocación que habían sido forzados a desarrollar este talento por la ceguera, cualquier persona puede aprender a ver con el sonido si tiene un poco de dedicación, demostrando la meta-maleabilidad del cerebro humano: que puede ser un delfín.
La ecoloación puede ser aprendida por personas ordinarias sin ninguna habilidad especial usando chasquidos o clicks de la lengua para visualizar objetos al escuchar el eco que producen los sonidos a su alrededor.
Un grupo de científicos españoles de la Universidad de Alcalá de Henares se ha dado a la tarea de enseñar el arte de la ecolocación.
“Dos horas al día por un par de semanas son suficientes para distinguir si tienes un objeto enfrente de ti”, dijo Antonio Martínez, de la Universidad de Alcalá de Henares. “Un par de semanas más y puedes notar la diferencia entre el pavimento y los árboles”.
La clave, al parecer, es realizar clicks o chasquidos con la lengua y el paladar y luego aprender a reconocer las leves variaciones con las que los clicks suenan dependiendo de los objetos cercanos. Esto puede ser muy útil para los ciegos o para las personas que trabajan en la oscuridad y hasta como una forma de meditación sensorial que estimule la visión interior. El sonido puede ser el tercer ojo.
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