Se trata, explicó, de un tipo de fascismo pluralista producido por la sociedad en lugar del Estado. “El Estado es simplemente un testigo complaciente, cuando no un culpable activo. Buena parte del mundo, agregó, vive un régimen de poder e intercambios extremadamente desiguales, que se dirigen a formas de exclusión particularmente severas y potencialmente irreversibles”.
De Sousa, doctor en Sociología del Derecho de la Universidad de Yale y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra es además director del Centro de Estudios Sociales de esta institución, así como profesor distinguido de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los académicos e investigadores más importantes en el área de la sociología jurídica y cumple un papel de activista desde el Foro Social Mundial.
Los pueblos no son sujetos de derechos
Su enfoque sobre la actual crisis mundial es el de que los pueblos, en su inmensa mayoría, no son sujetos de derechos humanos, no obstante que la invasión a Irak o las colonizaciones se hicieron so pretexto de la defensa de tales derechos. “Es una sociedad donde los derechos constituyen un falso universalismo. Esto es así porque no todos tienen derechos, muchos no son ciudadanos, quedaron fuera del contrato social, arrojados al estado natural. Es también una sociedad en la que, sobre todo en las ciudades coloniales, no se constituyó la sociedad civil. Para los indígenas, nativos eran los colonos, o sea, en el Estado capitalista, la sociedad civil es siempre el otro. Por lo tanto, ¿por qué vamos a apelar en este momento al concepto de sociedad civil planetaria para resolver el problema? Porque no somos capaces de pensar un nuevo escenario a partir de lo viejo y de conceptos que están a nuestra disposición para ser trabajados”.
Desde su óptica de sociólogo sostiene que “vivimos hoy en sociedades políticamente democráticas y socialmente fascistas. El Estado actúa a veces en forma democrática, en las llamadas áreas civilizadas de la sociedad, a veces en forma fascista, en las áreas más marginadas de la sociedad, contra los campesinos sin tierra, contra los marginales de este mundo. Por lo tanto, el mismo Estado tiene ese doble comportamiento”.
Estado de bienestar para las empresas
Lo que ha sucedido, explica, “es que el Estado de bienestar de los ciudadanos pasó a ser un Estado de bienestar de las empresas. Nunca se otorgaron tantos incentivos a las empresas como hoy. Pero la sociedad civil por la cual luchamos es la sociedad de los oprimidos y de los explotados. Y del conjunto de sus luchas es que los explotados dejan de ser víctimas para pasar a ser protagonistas y sujetos. Eso es una sociedad civil planetaria. Existe una diferencia entre explotados y oprimidos. Los explotados siempre fueron una minoría y las clases dominantes siempre tuvieron miedo a los explotados, nunca a los oprimidos. En este momento, asistimos a una fusión entre explotados y oprimidos y eso lleva al colapso del contrato social. Las luchas de las sociedades civiles tienen que articularse en tres escalas: local, nacional y global”.
Epistemología del sur
De Sousa Santos analizó la construcción de Estados plurinacionales e interculturales, para los cuales el reconocimiento y la incorporación de las prácticas políticas, culturales y económicas de los pueblos indígenas y afroamericanos son fundamentales. Condición indispensable para ello es el cambio de paradigmas en el ámbito académico, que parta por categorizar desde la realidad específica de América Latina; por ello, plantea y fundamenta una “Epistemología del Sur” que supere esa racionalidad monocultural de Occidente.
Se trata, dice, de aprender del sur, “que es una comprensión del mundo mucho más amplia que la que nos da la comprensión occidental, y que a pesar de ser cada vez más clara, no está todavía contabilizada en las soluciones políticas y teóricas que por ahora tenemos”.
En consecuencia, “hay que aprender toda la riqueza práctica y también teórica que en el sur global ha surgido en las últimas décadas. Por eso es necesario pensar que la diversidad del mundo es inagotable, por lo que no hay una teoría general que pueda surgir y dar cuenta de toda esta diversidad”.
Reinventar la emancipación
Al repensar la diversidad del mundo, el científico social portugués considera necesario también “reinventar la emancipación social”, tema complejo que tiene que ver “con la idea de la diversidad e interculturalidad, que no es solamente una cuestión cultural, sino un aspecto político, y por eso tiene que ser tratado a nivel del Estado y la democracia”.
El término revolución, hoy en día si es aceptable, señala, tiene que ser entendido no en una concepción de Marx, pero probablemente sí en una concepción de Walter Benjamin.
“Para Benjamin la revolución no era el motor de la historia; era un freno antes del abismo. Es decir tenemos que crear una revolución para impedir que caigamos en el abismo, y me parece que eso es lo que está pasando”, sostiene.
Para enfrentar el capitalismo y el colonialismo
El concepto de desarrollo fue inventado para satanizar a los países subdesarrollados, por ello planteó la necesidad de enfrentar el capitalismo y el colonialismo desde una dimensión epistemológica para lo cual considera necesario luchar por una democracia participativa y redistributiva mediante sistemas alternativos de producción. Pero al mismo tiempo, “la ciencia tiene que caminar junto con otras formas de conocimiento. El conocimiento de los indígenas, o de los campesinos tiene que transformarse en materia prima, por cuanto la biodiversidad va a ser una gran lucha contra el saqueo al Tercer Mundo, esa nueva forma de imperialismo que es el bioimperialismo”.
Así mismo, las luchas sociales deben convertirse en un ejercicio de ciudadanía a través de la articulación de alianzas, al tiempo que es prioritario enfrentar el monopolio de la palabra en manos de los grandes consorcios mediáticos. Esta dificultad, dice, de Sousa, “tiene que ser combatida a través de formas alternativas de información y comunicación”.
“El objetivo a largo plazo es generar un pensamiento alternativo de alternativas que posibilite la transformación hacia una nueva ética, una nueva estética, una nueva sensibilidad para una nueva política. Es una utopía, pero no se dejen intimidar por la idea de que somos utópicos. Todas las grandes ideas, antes de que se hicieran realidad, fueron consideradas utópicas”.
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